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La Cruz pectoral y el anillo eran ya insignias episcopales a comienzos del siglo VII. Fue precisamente San Isidoro, siendo obispo de Sevilla, quien dirigiendo el IV Concilio de Toledo, celebrado en el 633, mencionó: «Datur episcopo dum consecratur et annulus propter signum pontificalis honoris vel signaculum secretorum» es decir, la Cruz «se entrega al obispo cuando es consagrado y un anillo por el signo del honor pontificio o el sello de los secretos».
Las manos de nuestro arzobispo José Ángel Saiz Meneses, con la cruz pectoral y el anillo nos llaman a la unión de todos bajo el mismo símbolo, bajo la Cruz del Pastor. El principal signo del cristianismo debe servirnos para «remar mar adentro», confiando en Dios, sin temer lo desconocido, saliendo -porque no decirlo- de nuestra zona de confort, al igual que hicieron los apóstoles en «la pesca milagrosa».
En el centro de la Cruz la figura de Cristo nos hace ver la Pasión y en los extremos el tetramorfos de los cuatro evangelios canónicos. Sevilla y su Semana Santa son un quinto evangelio visual que nos muestra la pasión de Cristo, pero no nos apartemos del rebaño. Todas las ovejas deben de estar en él, yendo en la misma dirección, configurando un conjunto grande, fuerte y compacto. Esperemos que entre las hermandades y sus cofrades no destaquen ovejas negras que distraigan nuestra atención.