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Se cumplen ahora cien años desde que, en 1924, el estadounidense Man Ray, artista visual, dadaísta, surrealista y pionero de la fotografía abstracta, realizara una de sus obras más icónicas y uno de los primeros ejemplos del uso de la metáfora visual: Le violón d´Ingres, en la que retrató, a modo violín, la espalda de su amante Kiki de Montparnasse.
Nuestro particular homenaje a Man Ray pone de manifiesto, como hicieran aquellos artistas surrealistas, lo irracional y onírico de la Semana Santa, lo que trasciende al inconsciente y lo eleva a la atracción más primaria e instintiva. La Semana Santa de 2024 ha dejado algo en los corrillos de debate, la seducción de la fiesta ha tomado caminos de atracción fatal hacía la música y el costal. No entramos a analizar si eso será bueno o malo, sino tan sólo en la esencia misma de esa seducción incontrolable de la masa hacía esas disciplinas accesorias que se han erigido como indispensables.
Dejaremos los debates para los supuestos expertos en la materia, que copen horas de sesudas reflexiones mientras observan a esa figura seductora, sensual y profundamente atractiva que, cual Venus, nace en forma de violín de entre las telas de costales, fajas y cornetas atrayendo hacía sí misma todas las miradas y atenciones de la fiesta y que como una de esas amantes prohibidas provocan celos, también surrealistas e irracionales, de todos los demás actores. El tiempo dirá cuánto dura este hechizo de seducción.