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«Miles han vivido sin amor, nadie sin agua», escribió W. H. Auden. Conscientes de esa necesidad, que incluso buscamos paliar en otros planetas, este número 228 de Mercurio lo hemos titulado «AguaCero»: por el sonido de esa lluvia imprevista y torrencial… aunque breve, y por lo poco que hoy nos dura el líquido elemento, casi nulo en algunas zonas del planeta. Estamos inmersos —es un decir— en una era de sequía; o más bien, como señala Virginia Mendoza, una era de sed, porque esta escasez no es accidente natural. Pero el agua, además, ha sido fuente de inspiración, manantial de ideas, poderoso símbolo y motivo recurrente del arte y la cultura.
Los cinco ensayos de este monográfico evocan algunas de esas muchas presencias del agua: en las balsas de riesgo de la infancia, sus leyendas y sus ahogados (Juan Manuel Gil); en las profundidades psíquicas del inconsciente y con el filtrado de las humanidades (Mariana Toro Nader); en el curso de los ríos europeos, huella natural y patrimonial que resiste al urbanismo estandarizador (Jordi Corominas); en el naufragio como metáfora donde se miran las civilizaciones, su fracaso frente a la naturaleza (Enrique Rey); y en el cine, sirviendo de imagen a las dicotomías del amor y la muerte, el destino y el extravío, la libertad y el peligro.
Aguas corrientes, calmas, claras, bravas, turbias. Agua bendita —bendita agua—, por la urgencia de creer en que podremos aún saciarnos de ella. Agua sin restricciones en este número de Mercurio que casi es una forma de invocarla: agua refrescante para las calores veraniegas y las del resto del año. ¡Agua va!